lunes, 28 de julio de 2025

Curiosidades históricas: Ballet mecánico (1924)


¿Quién lo compuso?: George Antheil (1900 – 1959).


¿A qué categorías habría pertenecido?: Pasto de historia alternativa.

Nació y creció en una familia de inmigrantes alemanes de Trenton, Nueva Jersey, y desde una edad temprana escribió música, prosa y poesía. Comenzó a estudiar piano a la edad de seis con su tía.

No completó la escuela secundaria y, en su lugar, prefirió viajar a Filadelfia en 1916 para estudiar con Constantine von Sternberg, un ex discípulo de Franz Liszt. En 1919, empezó a trabajar en Nueva York con Ernest Bloch. Al principio, Bloch fue escéptico, lo rechazó y describió las composiciones de Antheil como “vacías” y “pretenciosas”; no obstante, Antheil se ganó al profesor con su entusiasmo y energía. Los viajes de Antheil a Nueva York también le permitieron conocer a figuras importantes como el músico Leo Ornstein, el periodista y crítico musical Paul Rosenfeld, el pintor John Marin, el fotógrafo Alfred Stieglitz, el director Leopold Stokowski y Margaret Anderson, editora de The Little Review.

Sternberg lo presentó a Mary Louise Curtis Bok, quien se convertiría en el mecenas de Antheil por los siguientes años, a pesar de que llegó a desaprobar su comportamiento y su obra.

Antheil, que ya llevaba un tiempo interesado en el dadaísmo, el futurismo, el surrealismo y el jazz, empezó a estudiar las composiciones modernistas de Stravinski y Les Six.

En 1922 zarpó a Europa y, tras un debut en Londres, pasó un año en Berlín. Sus conciertos enfurecían a los críticos, escandalizaban al público y desconcertaban a los otros compositores, quienes lo descartaban como un genio fallido o un amante de la atención, lo que no evitó que su carrera despegara. En esa ciudad, aprovechó un encuentro casual para presentarse a su ídolo, Stravinski. Con rapidez se convirtieron en amigos íntimos y el ruso animó a Antheil a mudarse a París. No obstante, la amistad no duró mucho: Stravinski cortó relaciones con el compositor más joven cuando descubrió que Antheil andaba por ahí jactándose que “Stravinski admirada su obra”. Esto devastó a Antheil y no reanudaron relaciones hasta 1941.

En París, Antheil y su esposa vivieron en un apartamento encima de la famosa librería de Sylvia Beach, Shakespeare & Company. Ella lo presentó a su círculo de amigos y clientes, el cual incluía a Erik Satie, Ezra Pound, James Joyce, Virgil Thomson, Serguei Diaghilev, Gertrude Stein, Fernand Léger y Ernest Hemingway. Pound, a su vez, lo presentó a Jean Cocteau.

Antheil hizo su debut parisino en la apertura de los Ballets Suecos, un importante evento social, en la que programó varias de sus composiciones recientes inspiradas en la tecnología. A mitad de su interpretación, estalló una trifulca, para el deleite de Antheil (esta era la época en la que muchos músicos jóvenes soñaban con provocar un disturbio como el que aconteció en el estreno de La consagración de la primavera). La trifulca fue filmada y, de hecho, se dice que pudo haber sido arreglada por el director de cine Marcel L’Herbier, quien necesitaba una escena de disturbio en una sala de conciertos para una de sus películas. Entre la audiencia estaban Erik Satie, Darius Milhaud, Man Ray, Pablo Picasso, Jean Cocteau y Francis Picabia.

Aparte de la música, Antheil tuvo muchos otros intereses: escribió una novela detectivesca, un libro de predicciones sobre la guerra y su nada fiable pero entretenida autobiografía, The Bad Boy of Music, la cual fue un best-seller; fue periodista y crítico musical, tuvo columnas en los periódicos donde daba consejos de relaciones y se consideraba un experto en endocrinología femenina. Fue esta última faceta la que lo hizo entrar en contacto y hacerse amigo de la actriz Hedy Lamarr. Juntos desarrollaron un sistema para guiar por radio torpedos que no pudiese ser interferido por el enemigo, el cual usaba espectro ensanchado y salto de frecuencia y es precursor de los sistemas que usamos hoy en día para las comunicaciones inalámbricas.

¿Qué salió mal?: Las semillas de la ruina de Antheil fueron sembradas al mismo tiempo que su ascenso meteórico acontecía. Parte de la razón por la que se hizo famoso casi de inmediato en París fue por la promoción incesante que recibió de Ezra Pound; el problema era que Pound, en realidad, no estaba interesado en lo más mínimo en la música de Antheil: lo único que le importaba era usar su nombre como un garrote el cual blandir contra aquellos con los que tuviese diferencias artísticas. Esto predispuso de forma extremadamente negativa a una importante sección de la crítica contra Antheil y el propio compositor reconoció en su autobiografía que “nadie pudo haber sido un décimo de bueno de como Ezra me hizo parecer”. Todo esto es cierto… pero también hay que señalar que, en el momento en el que todas estas cosas sucedieron, a Antheil no le molestaban los elogios exagerados de Pound en lo más mínimo; al contrario…

Evidentemente, una reputación edificada sobre cimientos tan inestables no necesita de mucho para venirse abajo y, de hecho, la pieza que les traigo hoy es la responsable de que tal vez no hayan escuchado hablar antes de Antheil.

La versión original de esta consistía de dieciséis pianolas especialmente sincronizadas, dos pianos, siete campanas electrónicas, tres xilófonos, cuatro bombos, un tamtam, una sirena de bomberos y tres hélices de avión, pero dificultades con la sincronización resultaron en que la reescribiera para una sola pianola y múltiples pianistas humanos. De hecho, la visión original de Antheil para la pieza sólo se pudo realizar hasta el año 2000 y se tuvo que utilizar sintetizadores con tecnología digital MIDI.

En el estreno oficial en el Teatro de los Campos Elíseos, la música de Antheil enfureció a parte del público, cuyas objeciones fueron ahogadas por el sonido de esta, mientras que otros la apoyaron vocalmente y el concierto terminó con una trifulca en las calles.

El 10 de abril de 1927, Antheil rentó el Carnegie Hall de Nueva York para presentar un concierto entero dedicado a sus obras, incluyendo el debut estadounidense del Ballet mecánico en una versión reducida. La noche fue un desastre: excesivamente hypeado y mal organizado y ensayado, la sirena no sonó a tiempo y la máquina de viento volaba los programas de las manos del público y los sombreros de sus cabezas; lejos del disturbio que Antheil esperaba, la audiencia simplemente se levantaba y se iba o se burlaba y reía de sus obras. La reacción de la crítica fue hostil y la del público fue una indiferencia absoluta. Este fracaso lo afectó profundamente y su reputación nunca se recuperó en su vida. Para colmo de males, este concierto fue la gota que derramó el vaso para Bok y le retiró su apoyo financiero.

Antheil había invertido mucho tiempo y esfuerzo promocionando el Ballet mecánico como su primera obra verdaderamente importante. También sería la última.

Después de este fracaso, Antheil regresó a Alemania, pero, con el ascenso del Partido Nazi, la música moderna fue prohibida y él regresó a unos Estados Unidos en medio de la Gran Depresión; se estableció en Nueva York. En 1936 fue a Hollywood y se convirtió en un compositor de bandas sonoras muy solicitado (lo cual también provoca sus problemas); escribió música para más de treinta películas y también para la televisión.

En la década de 1970, un locutor de radio llamado Charles Amirkhanian se acercó a la viuda de Antheil para interpretar algunas de las composiciones más radicales de la década de 1920. Ella aceptó a regañadientes y el concierto resultante en California fue un éxito resonante. Sin embargo, la reevaluación de la música de Antheil fue un proceso extremadamente lento, esto debido a que era pésimo guardando sus registros: sus partituras estaban revueltas y mal etiquetadas; identificarlas fue un proceso interminable. Poco a poco, no obstante, su música encontró una nueva audiencia y nuevos intérpretes.

Es este Ballet mecánico el que atrae más atención.

¿Por qué no está en una de las secciones principales?: Antheil no tenía visión intelectual; a pesar de toda su arrogancia y autopromoción, era un compositor mucho menos original, atrevido e innovador de cómo se pintaba (a menos que se trate de la pieza de hoy) y, aun en su mejor época (la década de 1920), su obra era extremadamente irregular.

Tras el fracaso del Ballet mecánico, Antheil siguió a su ídolo musical, Stravinski, a las filas del Neoclasicismo y su música se volvió demasiado parecida a la de Prokófiev y Shostakóvich. A su regreso a Estados Unidos, Antheil siguió a Aaron Copland y Leonard Bernstein en sus exploraciones de una “identidad estadounidense”, pero sus intentos resultaron en última instancia insinceros y su sonido se volvió cada vez más convencional.

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